En el corazón de Soria, entre aromas de colonia y quinielas marcadas con lápiz, late la historia de Alberto García Calvo, más conocido como Kalix. Es el titular de la Droguería-Perfumería La Villa, un comercio de toda la vida en Almazán que, además de vender perfumes y productos del hogar, guarda entre sus mostradores un legado familiar que huele a tradición, esfuerzo y suerte.
“Toda la vida he pertenecido a Fenamix, desde nuestro presidente Romano”, recuerda con orgullo. Y no exagera: desde niño, Kalix ha crecido rodeado de boletos, máquinas validadoras y conversaciones sobre combinaciones ganadoras. “No andaba aún, pero ya validaba boletos con aquella máquina marrón”, dice entre risas.
Su historia con los Juegos Públicos no nació por casualidad, sino por herencia y compromiso con su tierra. “Más que vocación, es orgullo de seguir el legado familiar y mantener el comercio rural”, explica.
Tres generaciones de su familia han dedicado su vida a las loterías y apuestas del Estado, cada una aportando su toque personal a un negocio que ha resistido los cambios del tiempo y la digitalización.
Kalix conoce bien las dificultades de los pequeños puntos de venta mixtos, esa “red que trabaja de sol a sol, sin horarios y sin ayudas del SELAE”.
Pero también celebra los avances logrados gracias a Fenamix: la llegada de la Lotería Nacional, la venta por terminal y el famoso “resguardo azul”. “El décimo azul ha sido un gran acierto”, afirma convencido. Si algo le motiva cada día, es la emoción de repartir premios.
“Dar premios a los clientes y ver su cara de asombro… sentir que haces feliz a la gente”, confiesa con una sonrisa que resume la esencia del oficio. Recuerda con humor los nervios de los primeros días cuando comenzó la venta de la Lotería Nacional por terminal: “Al principio con muchos nervios, el no saber… pero en unas semanas, todo controlado”. Y reconoce que el resguardo azul fue “el mayor acierto de todos”, una mejora que dio visibilidad y confianza al cliente.

Sin embargo, no todo son alegrías. Kalix es crítico con las desigualdades que aún existen entre la red mixta y las administraciones integrales: “No jugamos en la misma liga”, sentencia. Considera urgente igualar las condiciones y herramientas de trabajo, antes que pedir subidas de comisiones: “No necesito más comisión; dame herramientas para competir en igualdad”.
En su papel de presidente provincial de Fenamix en Soria desde hace seis años, Kalix es cercano, activo y comprometido. “Somos como una comunidad de vecinos”, describe. “No nos matamos a trabajar, pero estamos en contacto todos los días, ayudándonos unos a otros. Me gusta visitar a los compañeros y ver cómo se les puede echar una mano”. Su visión va más allá del negocio.
Le preocupa el futuro del sector, la pérdida de clientes jóvenes atraídos por las apuestas online y la falta de campañas publicitarias efectivas por parte de SELAE. “Desde el anuncio del perro Pancho, no han dado con la clave”, lamenta. Aun así, no pierde el optimismo ni la fe en la fuerza del colectivo: “Si no estamos juntos, no podemos luchar por mejoras básicas”. Aplaude las iniciativas de Fenamix, como la incorporación de paquetería a los puntos de venta —“hoy en día, eso ayuda mucho”— o el dispositivo PPI gratuito para comprobar premios. Kalix es la imagen viva del compromiso con el pueblo y con una profesión que mezcla suerte, servicio y sacrificio.
Desde su tienda de Almazán, sigue validando boletos con la misma pasión que heredó de su familia, convencido de que el futuro de los mixtos depende de mantenerse unidos y orgullosos de su papel en la gran red de la suerte.
Hace 6 años la Federación nacional de puntos de venta mixtos Loterías y Apuestas del Estado ofreció a Alberto García ampliar su negocio, la Droguería la Villa de Almazán, la entrega y recogida de paquetería”. Empezamos con Celeritas y poco a poco fuimos ampliando a GLS, DHL, Amazon, Decathlon, Zalando… más que por el beneficio, que es mínimo, es por ofrecer un servicio más al pueblo”, explica el comerciante. Admite que “casi cuesta dinero”, por la disponibilidad horaria y de espacio que se requiere para dar cobertura a los pedidos, sí bien, al mismo tiempo es una fórmula de atraer clientela a ese establecimiento tradicional, de forma que a la vez que acuden a recoger un artículo adquirido por internet o a devolverlo, se llevan alguno de los productos de esta droguería, sellan una apuesta o compran lotería.
“Somos casi los únicos en Almazán quedamos esta opción y si hemos notado más clientela. Mucha gente de la que entra no vendría a la tienda si no fuera por esto”, sostiene Alberto García. El volumen de paquetes diarios que mueven en este punto de recogida es sustancial, con una media de 30, por encima de la cuarentena en fechas concretas, como el Black Friday y Navidad.
Dependiendo del paquete o de la empresa, el beneficio que obtiene por bulto se sitúa entre 0,10€ y 0,30 €. “Está claro que no es para vivir de esto. Pero cada vez que se compra más por internet y eso que, a veces, se paga más, se compra más caro el mismo producto que un comercio tradicional […] Pero hay que adaptarse a cada época. Entre comisiones y envíos esto no deja mucho, pero… nada tienes, así que si vas picando de un sitio y de otro…”, argumenta este tendero de 35 años que trabaja en establecimiento familiar (tercera generación) desde los 16 años, junto a su tío.
“Mientras pueda aguantar, quiero mantener mi negocio”, apunta. También el hecho de trabajar en un pueblo, donde todo el mundo se conoce, permite avisar de forma personalizada a los clientes que ya tienen su pedido, más allá del mensaje de la empresa que recibe el comprador.
Además de contar con punto de venta de lotería desde hace 50 años (dio el gordo del sorteo del niño en 2021) y vender productos de droguería, perfumería, pinturas y limpieza, también presta servicio de reparación de calzado a través de un Zapatero de Ólvega. “Hay que abrirse a todo”, concluye.










